Desde que nacemos, vivimos en una lucha constante contra nuestra verdad.
Nos acostumbramos a buscar la aceptación y el amor de la gente igualando nuestros pensamientos y creencias con la de los demás, adoptamos sus formas de dirigirse y de actuar aunque esto signifique ahogar tanto la voz de nuestro corazón que termine siendo inaudible ante nuestros oídos, ocultándonos a nosotros mismos nuestra propia verdad, nuestra razón de vivir, y nuestra propia identidad.
Entonces nos olvidamos de vivir nuestra vida y empezamos a vivir como quieren los demás que vivamos, nuestra vida se convierte en un continuo suicidio, en una alarma silenciosa, que nos indica que caminamos con un cuerpo físico vivo, pero con el alma muerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario