sábado, 20 de mayo de 2017

Los hombres de Mayo y la ilustración del pueblo

Se cumplen ya más de dos siglos del memorable día en que se plasmaron sucesos extraordinarios para nuestra historia, porque fueron la cúspide de un proceso que venía plasmándose. En esa época sucedieron hechos puntuales en América y Europa que impulsaron a los criollos a cuestionar la autoridad española y tomar la decisión de formar un gobierno propio.
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Los grandes Hombres de Mayo revelaron el vigor y la fuerza de sus pensamientos, la actitud clara de sus espíritus, la firmeza de sus decisiones y convicciones para sentar las bases de una nueva Nación. El espíritu revolucionario hallábase plenamente saturado del vehemente afán de liberación; veían en la ilustración del pueblo el mejor fundamento y apoyo para su logro. Este noble deseo de instrucción se extendió con gran entusiasmo en los hombres del primer gobierno patrio, pese a las diferencias que se insinuaron desde sus comienzos. Una alta dosis de fe los fortalecía para afrontar la inmensa tarea con escasos recursos.
Fue realmente trascendente la irrupción de nuevos ideales de vida, que se tradujeron en una diferente concepción educacional que afirmó el basamento de la organización política democrática para la Nación. Hombres que ya habían tenido actuación en el quehacer educativo defendían con inflamadas palabras sus ideas sobre la educación del pueblo. Sostenía Fray Francisco de Castañeda: “Los triunfos de las armas serían efímeros sin la consolidación de una educación popular”, y el canónigo Juan Ignacio Gorriti: “El poder de la educación extirpa la ignorancia y la corrupción”. El Deán Funes, que al estallar la revolución se encontraba en situación de gestión como rector de la Universidad de Córdoba, puso un férreo compromiso en las ideas educativas renovadoras de la época.
Evocar a Manuel Belgrano, doctorado en las aulas salamanquinas, sugiere el recuerdo de su obra como educador que propagó en todos sus ministerios, doctrinas inspiradas en los sabios principios en pos de la felicidad y mejoramiento moral del pueblo. Sabía que no es posible avanzar un paso mientras el material humano no sea dignificado dándole desde la infancia “una regular educación que es el principio de donde resulta el bien de la sociedad”. Buscó el desarrollo del incipiente ser nacional construyendo una doctrina que abarcó lo social, lo económico y lo educativo. Conjugó el contenido del alma con la necesidad material, apuntando al desarrollo del espíritu y al progreso mental del educando. Impulsó la creación de escuelas, la de Comercio entre otras, previó escuelas gratuitas para niñas, se preocupó por la educación de la mujer y por la creación de escuela para niños de familias humildes. Sostenía que el Estado democrático tiene la obligación de desarrollar en toda su extensión la educación popular. En el plano de la enseñanza media destacó la importancia de una enseñanza especializada, tendiente a la formación técnico profesional que el país requería urgentemente. Ferviente defensor de la educación popular donó premio para la construcción de cuatro escuelas; premio que acompañó con un reglamento escolar, donde frente a la disciplina rígida de castigos corporales se pone de relieve la necesidad de suavizar la disciplina y “formar en los educandos un espíritu nacional que les haga preferir el bien público y estimar más la calidad de americano que la de extranjero”. Maravillosas palabras dirigidas al maestro: “Procurará con su conducta en todas sus expresiones y modos amor al orden respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de amor a la verdad y la ciencia, horror al vicio, inclinación al trabajo, desapego del interés, desprecio de todo lo que tienda a la profusión en el comer, vestir y más necesidades de la vida”.
Moreno fue la voz de orden de la generación constituyente para edificar la Nación y sigue siendo para las nuevas generaciones la palabra alentadora que sintetiza ideales de libertad y organización. La acción desarrollada en el campo educativo está basada en el concepto de la política cultural que debe cimentar un Estado soberano. A pocos días de establecido el nuevo gobierno rompe el fuego redactando el decreto relativo a la fundación de La Gaceta de Buenos Aires. En ella sustentaba el principio de que el pueblo tiene el derecho de saber de la conducta de sus representantes, afirmando el precepto de “libertad de escribir”. Manuel Alberti, sacerdote doctorado en Córdoba en Teología y Cánones que abrazó el ideario de Mayo, fue un tenaz colaborador en la redacción de este periódico.
Moreno soñaba con un pueblo laborioso y culto. “Las bibliotecas públicas son los signos de la ilustración de los pueblos” declaró al crear la Biblioteca de Buenos Aires, dando lugar a otras instituciones culturales como Archivo, Museo, etc. Apoyó la obra educativa de Belgrano. El arte no podía faltar, fomentó la creación de la Academia de Música.
Castelli, fogoso propulsor de las ideas liberadoras, apoyó la obra de Belgrano y Moreno. Estudiando Derecho en Chuquisaca conoció las ideas de la ilustración a favor de la soberanía popular, reforzando su deseo de igualdad de derechos para todas las clases sociales. Impulsó la creación de escuelas, el fin de la servidumbre indígena, la abolición de privilegio de sangre, destruyendo de ese modo el privilegio de castas. Difundió encendidas proclamas. Sostuvo que “los americanos sabían bien lo que querían y adónde iban”.
Larrea abrazó la causa americana, impulsó la ley de Aduanas, por la que pudieron entrar al país, máquinas, instrumentos científicos, libros e imprentas.
Azcuénaga, militar nacido en Buenos Aires, prestó colaboración al movimiento revolucionario uniendo su voluntad a los hombres que forjaron la patria.
Paso fue profesor de Filosofía en el Real Colegio de San Carlos, donde se destacó como alumno en esta disciplina Cornelio Saavedra, reconocido conservador , esperó un tiempo para asegurar que el pueblo había madurado en sus convicciones, sostuvo: “Señores, ahora digo que no es sólo tiempo, sino que no se debe perder una sola hora.’
Éstos y más, fueron los hombres que supieron pulsar el corazón de un pueblo ansioso de percibir y asegurar los latidos de libertad para legarnos el fruto de una nación nueva y portentosa.
“El dogma de Mayo va desplegándose en la sucesión de las generaciones”.
Fue realmente trascendente la irrupción de nuevos ideales de vida, que se tradujeron en una diferente concepción educacional que afirmó el basamento de la organización política democrática para la Nación.

Alicia B. Olivieriy Rosa B. de Mutal

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