El encanto de estos seres lo constituía su pequeña hija Raihue (que significaba flor nueva), que correteaba todo el día siguiendo las primarias ocupaciones de sus padres.
Un día, su curiosidad pudo más y ese anhelo de comprobar que encerraba ese misterioso paisaje circundante, le hizo, en un descuido de sus padres, entrar al monte, y distraída por cuanto la rodeaban, fue alejándose más y más, perdiendo de hecho la noción de su morada.
Llegó la noche y se dio cuenta que no sabía por donde regresar, arrepintiéndose de haber de haber desoído el sabio consejo de sus padres.
Estos, entretanto, con el auxilio de sus vecinos, se organizaron para recorrer el monte, que por lo serrado, no dejaban lugar a la observación y peligraba la vida de quien lo penetraba.
Rogaban entre tanto a sus dioses, que permitían el regreso a salvo de la pequeña y perdonaba su desobediencia, producto seguramente de su edad.
Una avanzada de los que iban tras las huellas de la pequeña, observando las roturas de las ramas y alguna leve señal de su recorrido, llegado el día pudieron asombrarse de la escena que aparecida a su visita.
Los rayos del sol sobre las plantas de la tala, iluminaban con vivacidad, diminutas
Joyas amarillas, que lucían esplendente con la humedad de la mañana.
Y allí estaba Raihue, en el claro del monte, comiendo con deleite aquella fruta que le que le había permitido mantenerse en la aventura.
Ha seguido pasando en la región del Tuyú la versión de los mayores, de que quienes comen dicha fruta nunca pueden después abandonar este lugar.
Personajes: Raihue y sus padres.
Lugar: el monte de la región del Tuyú.
Época : no se hace referencia.
Tema: Raihue va al monte.
Fuente: El caldero del duende
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