jueves, 22 de marzo de 2012

Los Espejos

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos sino ante
el agua especular que imita el otro azul
en su profundo cielo que a veces raya el ilusorio
vuelo del ave inversa o que un temblor agita
Y ante la superficie silenciosa del
ébano sutil cuya tersura repite como un sueño
la blancura de un vago mármol o una vaga rosa,
Hoy, al cabo de tantos y perplejos años de errar
bajo la varia luna,me pregunto qué azar
de la fortuna hizo que yo temiera los espejos.


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Espejos de metal, enmascarado espejo de caoba
que en la bruma de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado.Infinitos los veo, elementales ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto generativo,
insomnes y fatales.Prolonga este
vano mundo incierto en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña el hálito
de un hombre que no ha muerto.
Nos acecha el cristal.
Si entre las cuatro paredes de la alcoba
hay un espejo,ya no estoy solo.
Hay otro.
Hay el reflejo que arma en el alba
un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos donde,
como fantásticos rabinos, leemos los libros
de derecha a izquierda.Claudio,
rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso,en un tablado.
Que haya sueños es raro,
que haya espejos, que el usual y
gastado repertorio de cada día incluya
el ilusorio orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar)
pone un empeño en toda
esa inasible arquitectura que edifica la luz
con la tersura del cristal y
la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo para
que el hombre sienta que es reflejo y vanidad.
Por eso no alarman.
Jorge Luis Borges

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