miércoles, 15 de febrero de 2017

La Chaya

LA CHAYA RIOJANA
La Chaya es la fiesta ancestral por antonomasia de la provincia de La Rioja, "La fiesta de los tres días", una gran fiesta de amistad y de alegría, de compartir y dejar a un lado todas las penas.

Cuenta la historia que los primeros españoles llegados a estas tierras se encontraron con una fiesta singular de agua y danza que celebraban los diaguitas festejando la finalización de las cosechas, aunque en La Rioja de hoy esté muy ligada al Carnaval de febrero. Es entonces cuando se realiza el Festival Nacional de la Chaya, además de las típicos topamientos (acercamiento festivo) por los barrios, con agua, harina, albahaca, vino y vidalas para refrescar la amistad de todos.
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UNA LEYENDA PARA CONOCER:

"La niña Chaya y el Príncipe Pujllay"

En la memoria de los naturales ha quedado grabada la historia de una niña india: "Chaya", muy hermosa, que un día dolida de tristeza por su amor imposible hacia el joven príncipe de la tribu "Pujllay", desapareció en la alta montaña, convirtiéndose en nube.

De allí la tradición popular rescató ambos vocablos:

Chaya o "Agua de Rocío" es símbolo de la perenne espera de la nube y la búsqueda ancestral del agua (elemento vital muy caro al sentir riojano).

Pujllay, voz cacana que significa "jugar, alegrarse" personaliza a un héroe ridículo, que enamorado de la bella Chaya y desilusionado por no poder concretar su amor debido a la oposición de la tribu, se dedica a la borrachera hasta que un día muere quemado en el fogón de la fiesta. Esta es tal vez la tragedia riojana de sabor griego que aparece en las actuales fiestas chayeras, con la "Quema del "Pujllay" y su "Entierro" al finalizar el carnaval de febrero.


“La Chaya” es un festejo popular que se realiza en la provincia de la Rioja en Argentina. Es de origen diaguitas, se festeja del 15 al 18 de febrero y tiene como premisa central festejar la cosecha y agradecer a la Pachamama los beneficios de la tierra.

Como toda celebración de orígenes indígenas, “La Chaya” tiene su historia. Se dice que cuando llegaron los primeros colonizadores a las provincias que hoy conforman el noroeste Argentino, se encontraron con diferentes pueblos aborígenes, entre ellos los Diaguitas.

Esta cultura estaba inmersa en una profunda religión natural, y sus creencias giraban alrededor de pequeñas divinidades inspiradas en la naturaleza. Las celebraciones religiosas eran ritos acompañados de invocaciones para cada ocasión.

La Chaya es uno de estos rituales que consistía en el festejo de la cosecha. Pero para los Diaguitas, la Pachamama, muchas veces se cobraba el precio de sus favores con la desaparición misteriosa de algún joven en la montaña.

El mito de “La Chaya”, la diosa de la lluvia y el rocío, deriva de esta creencia. Una antigua leyenda indígena cuenta que, en la tribu había una joven muy hermosa que estaba perdidamente enamorada del semi-dios llamado Pujllay. Un día, llevada por la desilusión y la pena de este amor contrariado, desapareció en la cumbre de la montaña y se convirtió en una nube. Una nube que cada año vuelve para alegrar la tierra y la tribu y se posa en forma de rocío en los pétalos de la flor de cardón.

Por ello, la celebración de la cosecha se denominó Chaya, que significa: agua de rocío. Pero su personaje central es el Pujllay, devenido de príncipe indio en forma de muñeco de trapo de tamaño natural. Después de días de celebraciones, el Domingo de Cenizas se realiza la quema del muñeco, hecho que simboliza lo que el príncipe generó cuando desilusionado por no haber correspondido a la Chaya, se dedicó a la borrachera y murió quemado en el fogón de una fiesta.

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