sábado, 17 de diciembre de 2011

Una corona como símbolo

En la antigüedad la corona ya era símbolo de victoria y honor. Se decoraba y se ponía en la cabeza del vencedor. La corona de adviento es el símbolo de la veneración que se rinde al Señor que llega, pero la corona de victoria de la antigüedad recibió en el cristianismo aún otro significado: es símbolo de la promesa de que nuestra vida, que muchas veces está desgarrada y se desmorona en pedazos, volverá a estar completa y organizada.
A fines del año viejo y a comienzos del año eclesiástico, la corona de adviento se propone fortalecer dentro de nosotros esta esperanza. Así mismo, si muchas cosas no salieron bien el año pasado, tendremos la oportunidad de transformarlas, meditando en silencio y oración; podremos integrar todas las cosas de la vida de tal forma que todo volverá a tener su lugar dentro de nosotros, lo que también simbolizan las velas en la corona. La corona de adviento tiene cuatro velas y originalmente sólo tienen la intención de contar los cuatro domingos. Cada domingo se prende una vela, de modo que la expectativa de la navidad aumenta a medida que crece el número de velas encendidas. Pero el cuatro es también un número simbólico, ya es el número de los elementos y de los puntos cardinales. El simbólico número cuatro, es además en su calidad de cuadrado, el modelo de todo lo ordenado. Cuando arden las cuatro velas en la corona redonda, queda reflejada la unidad de todos los contrastes: lo redondo y lo cuadrado se vuelven uno.
La primera vela puede iluminar la oscuridad y darme la esperanza de que mi noche interior también se iluminará, la segunda vela puede recordarme la tensión que hay en mi vida, pero también me comunicará que las contradicciones de mi vida se disolverán; la tercera vela puede significar la promesa de la integración de cuerpo, alma y espíritu; la cuarta vela, finalmente, puede convertirse en la imagen de la transformación que está relacionada con el símbolo del número cuatro. Este número es la expresión de nuestra integridad, aquí chocan los contrastes, pero al mismo tiempo están reconciliados los unos con los otros.



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