miércoles, 22 de noviembre de 2017

La paja y la viga

Porque es mucho más fácil estar atentos y ver más de la cuenta,
cuando se trata de juzgar y señalar la paja que está en el ojo de los demás;

que descubrir la viga incrustada en la propia vida y que no
permite que el alma pueda experimentar paz…

Y queremos arreglar el mundo, acomodar lo que consideramos no está en su lugar;

por eso asumimos el rol de superhéroes o jueces,

que deciden a quién salvar o a quien condenar;

qué ciegos somos al no lograr observar!,

que para poder transformar muchas cosas,

debemos arreglar primero lo que en nosotros está mal.



Criticamos en los demás los mismos defectos que en nosotros multiplicados están;

rechazamos en ellos aquello,

por lo cual también nos han de reprochar;

pero vemos con lentes aumentados la fragilidad
de aquel que a nuestro lado está;

y escondemos tras vidrios polarizados,

nuestra propia humanidad…

Por eso estamos como estamos,

porque cada uno se preocupa por ser espectador de los demás,

que aplauden o critican todo lo que otros hacen o dejan de hacer;

o intentan mover sus vidas como fichas de un juego de ajedrez;

donde el jaque mate lo da aquel que pueda echarla
más agua sucia a su prójimo o se lave las manos como Pilatos a la hora de que sienta va a perder…

Nos quejamos de lo que no tenemos, envidiamos lo mucho o poco que otros han de poseer,

creemos que solo nosotros merecemos tener cosas buenas, porque asumimos el papel de víctimas entregadas y
sacrificadas que solo han venido al mundo a padecer… ¡qué estúpidos y desagradecidos somos!,

dejando pasar el tiempo que no ha de volver;
las oportunidades que hoy perdemos,

quizás mañana no las volveremos a tener.

Podríamos escribir un libro de lamentaciones, con las palabras que pronunciamos a diario u ofrecemos a Dios como oraciones;

qué distinto sería si intentáramos descubrir en nuestra vida, las innumerables gracias y virtudes que se nos dan como bendiciones;

pero la ceguera espiritual no nos permite despojarnos de esa viga que en nuestros ojos bien clavada está.

Cuesta y duele tal vez reconocer y reparar nuestra humanidad; pues implica asumir cambios en la manera de pensar, sentir y actuar…

pero se hace tan necesario aprender a ver hacia dentro y conocer nuestro interior,

arreglar y limpiar cada rincón,

inundarlo con la alegría inexplicable que se logra experimentar cuando se descubren las
manifestaciones de amor que a diario nos regala Dios…

De esta manera, podremos ver más claro y mejor, y contemplar en cada persona que camina a nuestro alrededor,

la grandeza de Aquel que colocó un toque de su Divinidad en toda la Humanidad;

he ahí el Milagro de su perfección,

alojada para siempre en cada corazón…

Es hora de que nos despojemos de la viga de nuestra mirada y aprendamos a ver con el corazón aquello que a simple vista no se ve,
porque se hace invisible a los ojos…

Kary Roja

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