Esperar es una oración,
que en el engarce de su silencio
hunde la perla de su heroicidad.
Esperar es un himno,
que en sus notas envuelve suspiros
de aceptación dolorosa y sacrificio.
Hay que saber esperar,
y esperar con paciencia,
para lograr lo que deseamos.
Cuando Dios quiere dar más,
nos hace esperar, hasta dejarnos
vacíos de nosotros mismos,
para llenarnos de sus bienes.
Las penas sufridas por amor de Dios
se suavizan, y a veces hasta se alegran
con la esperanza del bien eterno.
La esperanza da fuerza y vitalidad
al desterrado, lo anima a seguir luchando
para recuperar la libertad.
La esperanza en un futuro mejor
llena de optimismo al hombre noble,
inspira a los sabios, a científicos,
a héroes, a sacrificar su propia existencia,
su comodidad y utilidades
por el bien de la humanidad.
La esperanza es el móvil sobrenatural
de los santos para poder renunciar
a los placeres y riquezas del tiempo presente.
La esperanza alienta a defender
sus derechos al que se ve privado de todo,
alivia los sufrimientos de los enfermos,
consuela al desamparado.
La esperanza comunica fuerzas
y energías insospechadas,
no se deja arrastrar por los halagos perniciosos.
La esperanza en el triunfo
es la única razón para soportar
humillaciones, desprecios y desigualdades.
La esperanza se entrega
hasta el sacrificio de sus propios valores,
por encontrar al verdadero Amor.
La esperanza contempla,
sufre y ora... pero también lucha.
La esperanza es ansiedad hecha plegaria.
La esperanza no está hecha para anular,
sino para estimular.
Es vana la esperanza del que baja los brazos,
es verdadera y fecunda la esperanza
del que emplea los brazos para el esfuerzo.
Esperar contra toda esperanza;
esperar contra las propias limitaciones humanas
por la seguridad del infinito amor de Dios.
Desconozco autor.
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