Es la fiesta mariana más conocida y venerada de la cristiandad especialmente en los países hispánicos. El dogma de la Inmaculada Concepción de María, proclamado por Pío IX el 8 de diciembre de 1854 dice que: “María, por un privilegio único, fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su concepción”. A partir de este acontecimiento la festividad pasó a ser la más popular y solemne de la Virgen.
Desde el siglo VII se celebraba en Oriente, en Irlanda en el siglo IX, en Inglaterra en el siglo XI, y España, dos siglos antes de la definición dogmática, proclamó con autorización pontificia, a la Inmaculada como Patrona de España y de sus Indias. El concilio de Baltimore, la declaró Patrona de los Estados Unidos de Norteamérica.
En algunos países como el nuestro comienza la tradición navideña, donde se espera el 8 de diciembre para armar el Árbol de Navidad, además se realizan celebraciones en su honor en distintas diócesis, santuarios, parroquias y capillas que la tienen como patrona pero también en varios templos que no están especialmente puestos bajo esa advocación, ya que es feriado nacional y día de precepto, una de las fiestas más importantes de la Iglesia.
La Festividad de la Inmaculada Concepción es celebrada con ese nombre en países como la Argentina, España, Nicaragua, Uruguay y Perú.
Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original.
En nuestra sociedad, la pureza tiene dos valores opuestos. Mientras la droga más pura es la más cara y todos buscan el detergente que deje la ropa más blanca, muy pocos se preocupan de mantener su alma y su vida pura, de cara a la vida eterna. Incluso, quienes se confiesan seguido son a veces criticados, y se les califica despectivamente de "mochos". La Virgen María nos invita a vivir este ideal de pureza, aunque para ello tengamos que ir "contra corriente."
ORACIÓN A LA INMACULADA
CONCEPCIÓN
Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.
A Vos, oh Virgen santísima, lo entrego, en presencia de los nueve coros de los ángeles y de todos los santos; Vos, en mi nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo esposo. Amén.
San Vicente Pallotti
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