Cuando miramos a nuestro alrededor y examinamos el estado del mundo que nos rodea, comprendemos que la situación actual con todos los problemas medioambientales es el legado que vamos a dejar a las futuras generaciones después de explotar sistemáticamente los recursos del planeta.
Al observar tal escenario rápidamente podemos detectar la polución, el desperdicio y los perjuicios que se están causando.
No tenemos, sin embargo, la misma rapidez en detectar las tendencias negativas que hemos permitido que se desarrollen en nuestro interior y que, con frecuencia, se expresan en el día a día de nuestras vidas.
A nivel de nuestros pensamientos deberíamos revisar: ¿Son de calidad benevolente, pensamientos llenos de buenos deseos para nuestros compañeros de viaje, la familia humana? O, ¿son pensamientos llenos de críticas y quejas, pensamientos que atacan y culpan?
A nivel de nuestras intenciones, ¿queremos siempre lo mejor para los demás? O, ¿están nuestras intenciones coloreadas a veces por el egoísmo y la avaricia?
A nivel de los resultados, ¿celebramos los logros que consiguen los demás o a veces nos hacemos a un lado con sentimientos de envidia o celos?
Todas nuestras vidas empiezan en nuestra conciencia.
Los lagos y los paisajes de nuestra mente e intelecto son los lugares donde todos vivimos la mayor parte del tiempo. ¿Los mantenemos limpios y libres de contaminación? ¿Podemos encontrar ahí la belleza y la armonía?
Si la respuesta es negativa, entonces necesitamos enfocarnos en limpiar nuestro interior antes de condenar a otros en el exterior.
Ya que todo lo que existe en el mundo que nos rodea es sólo un reflejo de lo que hay dentro!
Quizás es por eso que no se puede culpar a nadie ya que todos somos responsables.
Desconozco autor.
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