jueves, 15 de mayo de 2014

16 de Mayo: A 85 años de la publicación de Don Segundo Sombra.

Don Segundo Sombra es una novela rural argentina de Ricardo Güiraldes que a diferencia del poema “Martín Fierro” de José Hernández no reivindica socialmente al gaucho, sino que lo evoca como personaje legendario (“sombra”), en un tono elegíaco.
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  En efecto “Segundo Sombra” parece sugerir a un subalterno, si bien la prelación respetuosa con el tratamiento de Don contrapesa (quizás sin que Güiraldes fuera consciente de ello) la subalternidad, señala a un gaucho que por mantener su axiología, sus principios, resulta superior a la axiología burguesa. 
Ricardo Güiraldes aprende en una especie de viaje iniciático lo que es el valor, el honor, la lealtad, el respeto al prójimo, amenizado en el libro con descripciones.
  Esta novela escrita narrativamente en primera persona, publicada en San Antonio De Areco el 16 de Mayo de 1926, representa la más destacada tentativa de su autor en el propósito de renovación de la literatura gauchesca, y constituye, al mismo tiempo, una de las más prominentes muestras de la novela nacional del siglo XX. Destaquemos que el principal personaje fue tomado por el autor de un paisano real, de nombre Segundo Ramírez. 
La descripción que hace de Don Segundo, coincide en un todo, con la foto que se conserva del homónimo Ramírez. “El pecho era vasto, las coyunturas huesudas como las de un potro, los pies cortos con un empeine a lo galleta, las manos gruesas y cuerudas como cascarón de peludo. Su tez aindiada, sus ojos ligeramente levantados hacia las sienes y pequeños. 
Para conversar mejor habíase echado atrás el chambergo de ala escasa, descubriendo un flequillo cortado como crin a la altura de las cejas”. A lo largo de la obra, la novela recoge las experiencias del autor en los pagos de San Antonio de Areco. 
Sin embargo, el trabajo no aspira a tener un carácter realista o presentador de costumbres, sino que, desde la perspectiva del narrador -el mocito Fabio Cáceres- se propone desenvolver el desarrollo espiritual y físico de un adolescente que madura y se va haciendo hombre a la vera de un gaucho cabal. Así, es Fabio el que tiene a su cargo el relato en primera persona y quien va narrando a través del tiempo los momentos de su infancia de huérfano en casa de sus tías, hasta la inesperada conversión final en un hombre que es sorprendido por la no esperada herencia de una considerable fortuna. El punto de partida es el inicio de esa morosa evocación, lo que lleva al libro a confundirse con una suave nostalgia, a veces elegíaca y dolorosa, ante la pérdida de una vida libre, cariñosa y feliz, al lado del taciturno Don Segundo. Los dos personajes principales, el gaucho viejo, curtido y silencioso, y el joven peoncito que ve en Don Segundo a “su padrino”, constituyen una pareja que se desenvuelve ante nuestra mirada en un tiempo ya transcurrido, desde la ciega admiración del muchacho que a instancias de su tutor, se va “haciendo duro”. Don Segundo, mágicamente, se transforma ante el lector en una visión viva, idealizada y mítica, como si perteneciera a un pretérito perdido irrevocablemente.
  Hacia el final, Fabio Cáceres recuerda los últimos tres años en que de simple gaucho resero se transformó en patrón de los bienes insospechadamente heredados. Se encuentra frente a una laguna y sospecha que se aproxima el momento más triste de su vida, el del definitivo alejamiento de su “padrino”. Cerca del agua rememora el hilo de la síntesis de los tiempos anteriores… “Está visto que en mi vida el agua es como un espejo en que desfilan las imágenes del pasado. A orillas de un arroyo resumí antaño mi niñez. Dando de beber a mi caballo en la picada de un río, revisé cinco años de andanzas gauchas. Por último, sentado sobre la pequeña barranca de una laguna, en mis posesiones, consultaba mentalmente mi diario de patrón”. Don Segundo Sombra Tales períodos a que se refiere Fabio pueden distribuirse y sintetizarse en el siguiente esquema. En primer lugar, los recuerdos del huérfano de catorce años. 
Luego, los días de aprendizaje de las tareas de arreo y de doma, con la ayuda de Don Segundo. Momentos de la vida luchada en el campo bajo la vigilancia del que ha venido a ser su amado padrastro. Y por último, en la evocación, el desenlace de la separación definitiva. El tiempo presente se une al pasado y el lector es sumido imperceptiblemente en la nostalgia rememorativa. Con lo cual se acentúa el lirismo “elegíaco” que se alterna con los momentos felices y despreocupados que resplandecen en el libro.
El lenguaje La novela está escrita en un lenguaje llano y con frecuencia, especialmente en los diálogos, con regionalismos gauchescos de la llanura argentina. 
El vocabulario está cargado de palabras frecuentes en Argentina, y, sobre todo, en la vida campesina de la provincia de Buenos Aires. Una buena edición de esta obra, como ya mencionaremos y tal como acontece en gran parte de la literatura gauchesca, hace indispensable un glosario. El brillo chispeante y pintoresco de los hombres de campo es así uno de los atractivos que atrapan y dan verosimilitud al texto. Pero a pesar de lo que acabamos de decir, la voz del poeta que fue Ricardo Güiraldes, aquí y allá se hace escuchar con hallazgos de recursos literarios que matizan líricamente las páginas. Veamos:”En la pampa las impresiones son rápidas, espasmódicas, para luego borrarse en la amplitud del ambiente, sin dejar huella”. Hay hallazgos relevantes en ciertas comparaciones:”El sueño cayó sobre mí como una parva sobre un chingolo”. En alguna sinestesia: “Las aguas hiciéronse frías a mis ojos”. Las comparaciones harto expresivas en momentos conmovedores:”Me fui, como quien se desangra“. Imágenes y metáforas para el paisaje:”Una luz fresca chorreaba de oro el campo”.O…:”En derredor, los pastizales renacían en silencio, chispeantes de rocío.” Son frecuentes los argentinismos.”Para las casas”…O los diminutivos de uso harto frecuente en nuestro medio urbano o rural: “al ratito”, “no era sino un resplandorcito”…
  De este modo confluyen en el autor su formación estrictamente literaria, que incursionó primeramente en la poesía, y el tono gauchesco del hombre de estancia que ama las cosas de su tierra. En su estilo están bien captadas todas las reticencias del paisano, en ironías, en bromas, en pícaras sugerencias, en comparaciones que animizan seres y cosas.
  Conclusión
  La obra es una pintura de nuestro campo; tal vez, del que fue y ya no es de este modo, exactamente. El resero o tropero, aquí y en todas las grandes llanuras del planeta, ha sido suplido por los transportes-jaulas mecanizados, tal como otrora el muy arcaico arado de una sola reja tirado por bueyes, por un tractor. Y el transporte de la hacienda por camiones y trenes. Las inclemencias del tiempo que azotaban a los animales y a los jinetes en campo abierto, ya son cosa de la historia. El poncho amigo que defendía de los temporales forma parte de un atuendo acaso decorativo. Así como en “Martín Fierro” la amistad entre el sargento Cruz y el protagonista, es un símbolo emblemático del culto a este compartido sentimiento argentino, al decir de Borges, en “Don Segundo Sombra” el centro temático ha de ser el vínculo viril entre un gaucho inteligente, serio, callado, y un muchacho “Gaucho” hambriento de paternidad… Fabio Cáceres: el hijo no reconocido por su padre y abandonado al cuidado de “unas tías”. Con esta obra se clausura de modo brillante, en el siglo XX, el ciclo de la literatura gauchesca iniciado en el XIX. Facundo, de Sarmiento, tal vez la mejor prosa de este último centenar de años o, por qué no, de toda la literatura argentina -tal es un parecer de Borges- pintará el conflicto entre civilización y barbarie. En tanto que el Martín Fierro diseñará la figura desdichada del gaucho del período posterior a Juan Manuel de Rosas, perseguido, olvidado y con frecuencia tenido en menos. Conociendo a Hernández y sus limitaciones, no puede dejar de apreciarse -como lúcidamente descubriera Leopoldo Lugones- una obra genial en nuestro supremo poema gauchesco. Estas grandes obras, las de Güiraldes, Sarmiento, Hernández, están tocadas por una especial musa inspiradora.

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