martes, 20 de mayo de 2014

21 de mayo de 1810

Algunos vecinos se reunieron en la Plaza Mayor para apoyar la solicitud de un Cabildo Abierto. 
Se convocó a los vecinos por medio de esquelas a participar del Cabildo Abierto del 22 de mayo. En total se repartieron 450 invitaciones.  photo 21demayo_zps94c06df1.png
  • El Cabildo y la Revolución de Mayo
  • El Cabildo era una institución que en principio daba existencia y sentido a una ciudad. Lo primero que se hacía al fundar una ciudad o un pueblo era organizar el Cabildo, con lo cual quedaba legitimada la fundación y los fundadores. Es al amparo de esos cabildos que fueron congregándose los espacios y configurándose las naciones americanas, sobre la base de los intereses de “los vecinos”, expresados en la pertenencia a sus cabildos. También para la Corona española, el testimonio que la documentación de los cabildos provee, era la confirmación de la probidad de sus funcionarios y del control de la gente y dirigentes, de otro modo aislados en la inmensidad americana. El Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires fue testigo y protagonista de los pasos dados por los revolucionarios para lograr la emancipación de la tutela española. Manuel Belgrano en su Autobiografía nos dice: “...habiendo salido por algunos días al campo, en el mes de mayo, me mandaron a llamar mis amigos de Buenos Aires, diciéndome que era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada, volé a presentarme y hacer cuanto estuviera a mis alcances: había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central; éste era el caso que se había ofrecido a cooperar en nuestras miras el comandante Saavedra.” Belgrano confirma la adhesión de Saavedra, quien había optado por esperar la circunstancia propicia. En su Memoria autógrafa, Cornelio Saavedra, relata los hechos que precedieron a la convocatoria al Cabildo Abierto del 22 de mayo. “El día 20 se nos citó por el sargento mayor de la plaza para que a las siete de la noche estuviésemos todos en la fortaleza...Viendo que mis compañeros callaban yo fui el que dijo a S.A.: ‘Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 1809 y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En aquella existía la España, aunque ya invadida por Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las gacetas que acaban de venir y V.E. en su proclama de ayer. ¿Y qué señor? -¿Cádiz y la isla de León son España? ¿Este territorio inmenso, sus millones de habitantes, han de reconocer la soberanía en los comerciantes de Cádiz y la isla de León que son una parte de una de las provincias de Andalucía? -No, señor; no queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para mandarnos, ya no existe; de consiguiente tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse en ella’. Esto mismo sostuvieron todos mis compañeros. Con este desengaño concluyó diciendo: ‘Pues, señores, se hará el cabildo abierto que se solicita’.”
  • El Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 será el ámbito de decisiones trascendentales. Cornelio Saavedra recuerda parte del célebre debate: “Concurrieron todas las corporaciones eclesiásticas y civiles, un crecido número de vecinos y un inmenso pueblo... Las tropas estaban fijas en sus respectivos cuarteles con el objeto de acudir donde la necesidad lo demandase. La plaza de la Victoria estaba llena de gente y se adornaba ya con la divisa en el sombrero de una cinta azul y otra blanca, y con el primor que en todo aquel conjunto de pueblo no se vio el más ligero desorden. La cuestión sobre qué debía votarse se fijó a saber: ¿Si Don Baltasar Hidalgo de Cisneros debía cesar o continuar con el mando de estas provincias en las circunstancias de hallarse solamente libres del yugo francés, Cádiz y la isla de León, y si debía erigirse una junta de gobierno que reasumiese el mando supremo de ellas? El señor obispo fue singularísimo en este voto. Dijo: ‘que no solamente no había que hacer novedad con el virrey, sino que aún cuando no quedase parte alguna de la España que no estuviese subyugada, los españoles que se encuentran en las Américas debían tomar y reasumir el mando de ellas, y que este sólo podría venir de las manos de los hijos del país cuando ya no hubiese quedado ningún español en él’. Escandalizó al concurso tan desatinado dictamen. Los doctores Juan José Paso y don Juan José Castelli, irritados de él y del aire con que el obispo lo produjo, tomaron la palabra para rebatirlo... Verificada la regulación de los votos, en aquel mismo acto se declaró haber caducado la autoridad del virrey y quedar reasumida en el excelentísimo Cabildo...”
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