El día estaba muy soleado y a eso de las dos de la tarde el Congreso comenzó con las sesiones.
A pedido del diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamente, se trató el “proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país”.
Bajo la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el secretario Juan José Paso preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”.
Todos los diputados aprobaron por aclamación primero la propuesta de Paso.

En medio de los gritos de la gente que miraba desde afuera por las ventanas y de algunos colados que habían logrado entrar a la sala, fueron firmando el Acta de la Independencia que declaraba “solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueran despojadas e investirse del alto carácter de nación independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
En la sesión del 19 de julio, uno de los diputados por Buenos Aires, Pedro Medrano, previniendo la reacción furibunda de San Martín, que estaba al tanto de las gestiones secretas en las que estaban involucrados algunos congresales y el propio Director Supremo encaminadas a entregar estas provincias, independientes de España, al dominio de Portugal o de Inglaterra,
Medrano señaló que “antes de pasar al Ejército el acta de independencia y la fórmula del juramento, se agregase, después de ‘sus sucesores y metrópoli’; esto más: ‘de toda dominación extranjera’, para sofocar el rumor de que existía la idea de entregar el país a los portugueses”.

No hay comentarios:
Publicar un comentario