Este 21 de julio se conmemora el Día Mundial del Perro, una fecha para homenajear las muchas cualidades que han mantenido a esta especie con la humanidad por miles de años, pero también darnos cuenta de la difícil situación que los canes viven en nuestros días.
Probablemente ninguna especie animal tan íntimamente relacionada con el ser humano como el perro. Ninguna que tenga ese estatus simbólico de compañía y asistencia que común y justificadamente se asocia con los canes. Desde que comenzó su proceso de domesticación ―un proceso cuyo origen se estima en decenas de cientos de años de antigüedad, aunque al parecer fue ya irreversible hace 30 mil 0 15 mil años― el perro figura en la historia de la civilización en las más diversas actividades, una presencia constante de las muchas formas de la cotidianidad humana.
Es una efeméride que homenajea esas cualidades por las que el perro se ha mantenido por tanto tiempo al lado de la humanidad.
Asimismo, de acuerdo con la situación actual de estos animales domésticos, la fecha nos recuerda la importancia no sólo de cuidar responsablemente a nuestra mascota ―vigilar su alimentación, vacunarla, educarla, quererla (con todo lo que ello implica) ―, sino también ir un poco más allá y darnos cuenta de ciertas prácticas contemporáneas que afectan la calidad de vida de los perros: su cruza indiscriminada, el supuesto valor monetario que tienen unas razas sobre otras, su comercialización en tiendas especializadas, el privilegio que por estos y otros motivos se le otorga a una raza por encima de miles de perros que viven abandonados en la calle, los métodos llenos de sufrimiento con que se mata a animales que se encuentran en esta situación y otras realidades sin duda reversibles por la vía de la exigencia y el trabajo colectivos, acaso también del gesto voluntario y desinteresado de quien, por ejemplo, prefiere adoptar un perro antes que comprar alguno en un centro comercial.
A fin de cuentas, al domesticarlos, el ser humano adquirió un enorme grado de responsabilidad sobre el destino como especie del perro.
38 maneras en que los perros mejoran tu vida
Cualquier persona que tenga un perro, o que esté considerando tener uno, debe estar al tanto de los beneficios para la salud y el bienestar general que estos traen consigo.
El estado emocional de un perro sí se refleja en su rostro (y el ser humano tiene la capacidad de identificarlo)
Los muchos años de compañía evolutiva entre el perro y el ser humano ha suscitado la comprensión mutua de nuestros estados emocionales y, en el caso particular del hombre hacia el perro, la habilidad cognitiva y empática de reconocer con cierta precisión su estado anímico.
De todas las especies que habitan el mundo, probablemente el perro (Canis lupus familiaris) sea la única con que el ser humano ha alcanzado un nivel de convivencia casi perfecto, una alianza evolutiva que, en ciertas circunstancias, ha asegurado la supervivencia de uno y de otro. Con un proceso de domesticación que se calcula en más de 30 mil años, los perros y los seres humanos han tenido tiempo de sobra para acompañarse y comprenderse, creando un vínculo de notable comprensión mutua que, según algunos estudios, pueden llegar incluso a la telepatía.
En cualquier caso, resulta innegable que entre el lenguaje de los perros y el del hombre existe una zona común, casi empática, que permite, por ejemplo, comportamientos como la obediencia pero también la preocupación recíproca, una especie de sentido de la “otredad” que en el perro se desarrolló como instinto de preservación elemental.
Sin embargo, en sentido inverso, en el ser humano que lee emociones en el rostro de los perros, se trata también de una habilidad cognitiva bastante admirable pero también, en algunos casos, discutida. En efecto: cuando alguien asegura que entiende a su perro, por lo regular solo posee evidencia empírica para probar el hecho, esa información que se recoge en el trato cotidiano y que, en el caso de esta relación, se expresa en miradas y gestos que no siempre pueden describirse en palabras corrientes.
Curiosamente, el estudio también mostró que las personas que no poseen perros fueron más acertadas al momento de identificar las emociones, lo cual, según se deduce en el sitio PopSci, podría ser expresión del autoengaño en que a veces incurren los propietarios de perros que prefieren ignorar o disimular el enojo o el disgusto de sus mascotas, aunque también puede ser que la habilidad de reconocer emociones sea algo innato y no aprendido.
Sea como fuere, este experimento demuestra con notable claridad cómo perros y seres humanos se encuentran más unidos de lo que muchas otras especies del planeta.
Por cero perrito en las calles.
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