sábado, 18 de julio de 2020

Recordamos a Roberto Fontanarrosa

“El Negro”, nació en Rosario en 1944. Humorista gráfico, escritor e hincha de Rosario Central. En 1963 comienza a trabajar en la agencia de publicidad de Roberto Reyna y en 1968 publica su primer chiste.

En 1971 crea una parodia del agente secreto James Bond, Boogie el aceitoso, de la cual se publican algunos capítulos en la revista Tinta. En 1972 junto con Caloi, Ian y Lolo Amengual comienza a colaborar en la revista de humor cordobesa de Alberto Cognini, Hortensia, y en la revista Satiricón. En 1974 nace la revista Mengano, adonde emigran varios de los colaboradores de Satiricón y en 1976 Inodoro Pereyra, el renegau se instala en Clarín para pasar luego a la revista dominical Viva.
En 1980 comienza a colaborar con el grupo Les Luthiers y en 1981 publica su primera novela, Best Seller. Al año siguiente publica su primer libro de cuentos, El mundo ha vivido equivocado, al que le seguirán varias compilaciones de relatos. En 1984 se suma a la revista de experimentación temática Fierro. En 1992 recibió el premio Konex y en 1994, el premio Konex de Platino. Fue expositor del III Congreso Internacional de Lengua Española (2004) donde dio la charla titulada “Sobre las malas palabras”.
En 2006 el Senado le otorgó la Mención de Honor “Domingo Faustino Sarmiento” por su aporte a la cultura argentina. El 19 de julio de 2007 fallece en la ciudad de Rosario. Su despedida fue acompañada por cientos de ciudadanos comunes, escritores, actores y autoridades de la política nacional.

El día en que el escritor rosarino habló sobre las malas palabras, quedó en la memoria de todos.

El 17 de noviembre de 2004 comenzaba el Congreso Internacional de la Lengua Española en Rosario, una edición que pasó a la historia, por la brillante exposición del escritor y humorista rosarino Roberto Fontanarrosa.

“¿Por qué son malas las malas palabras?, ¿qué actitud tienen?, ¿quién las define?, ¿Le pegan a las otras palabras?, comenzó a relatar el negro, provocando las primeras risas.

"Mi viejo puteaba mucho, a lo mejor porque venía del deporte. Me acuerdo que mis primos decían, vamos a jugar al tío Berto. Entonces se encerraban en una pieza y se ponían a putear", continuó la alocución de Fontanarrosa, que también dejo conceptos sobre los jóvenes y el lenguaje, algo que hoy está muy cuestionado.

Fontanarrosa dio hoy el toque de color al Congreso, al desarrollar una divertidísima disertación sobre las malas palabras, para las que reclamó "una amnistía" y pidió que "cuidemos de ellas, integrémoslas al lenguaje, porque las vamos a necesitar".

"Este es un ámbito más que apropiado para plantearse ¿por qué son malas palabras? ¿Le pegan a las otras palabras? ¿Son de mala calidad, y cuando uno las pronuncia se deterioran? ¿Quién las define como malas palabras?", se preguntó el rosarino durante la mesa redonda.

"Tal vez sean como esos villanos que al principio eran buenos pero la sociedad los hizo malos. Tal vez, al marginarlas las convertimos en malas. En alguna época se les decía palabrotas, lo cual no deja de ser un reconocimiento. Las malas palabras reflejan una expresividad y una fuerza que difícilmente las haga intrascendentes. He escrito algo, pero no me alcanzo para que la memoria me dictara que tenía que traer los lentes", bromeó, para justificar su cuidada improvisación.

"No sé quién define lo que es vulgar y lo que no es vulgar. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Soy fundamentalmente un dibujante, con lo cual más de uno se preguntará ´qué hace este muchacho en esta mesa´. Hay palabras de las denominadas malas palabras que son irreemplazables, por sonoridad, por fuerza y por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o sonsa que es un pelotudo. El secreto de la palabra pelotudo. ya universalizada -no sé si ya está en el Diccionario Panhispánico de Dudas- podría referirse a un utilero de fútbol. El secreto y la fuerza está en la letra ´t´", prosiguió.

Fontanarrosa advirtió por otra parte "la triste función de los puntos suspensivos" para reemplazar términos soeces.

"Atendamos estas condiciones terapéuticas de las malas palabras, que sirven para descargarse. Pido una amnistía para ellas, vivamos una Navidad sin malas palabras, y cuidemos de ellas, porque las vamos a necesitar", concluyó.

Fuente: DyN

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