como cansada de esperar tus sienes,
cuelga sus ramos de carmín marchitos.

Por la tersa corriente risueños y furtivos
como sueltas guirnaldas no navegan
los verdes camalotes florecidos.
Sólo inclinan los sauces su ramaje
sombrío
y las aves, más tristes,
en sus copas gimiendo
tejen los ocultos nidos.
Pero llegas...
y el agua, el bosque,
el cielo mismo
es como una explosión de mil colores,
y el aire rompe en sonorosos himnos.
Así la primavera del trópico vecino,
desciende, y canta, repartiendo flores
y colgando en las vides sus racimos.
Rafael Obligado

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