Me examinó un momento.

- Voy a hablar aquí con mi amiguita -dijo, señalando una planta pequeña.
Se arrodilló frente a ella y empezó a acariciarla y a hablarle.
Al principio no entendí lo que decía, pero luego cambió de idioma y le habló a la planta en español. Parloteó sandeces durante un rato.
Luego se incorporó.
- No importa lo que le digas a una planta -dijo-.
Lo mismo da que inventes las palabras; lo importante es sentir que te cae bien y tratarla como tu igual.
Explicó que alguien que corta plantas debe disculparse cada vez por hacerlo, y asegurarles que algún día su propio cuerpo les servirá de alimento.
- Conque, a fin de cuentas, las plantas y nosotros estamos parejos -dijo-.
Ni ellas ni nosotros tenemos más ni menos importancia.
"Anda, háblale a la plantita -me instó-. Dile que ya no te sientes importante."
De "Viaje a Ixtlán" (Carlos Castaneda)

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