jueves, 13 de junio de 2024

14 de junio: Recordamos a Jorge Luis Borges

El 14 de junio de 1986, el escritor argentino Jorge Luis Borges murió en Ginebra, Suiza, a los 86 años. “No voy a volver nunca más”, había presentido el autor. 
A continuación, compartimos los apuntes que su amigo y colega, Adolfo Bioy Casares, escribió en un diario de 1663 páginas, durante casi cincuenta años, y que fue publicado con el simple título de "Borges". 
5 de noviembre de 1985 
Borges está muy bien. Camina solo, sin apoyarse en nadie. El médico le dijo que sus problemas de circulación no tenían cura, pero le recetó un paliativo, un cognac en las mañanas. 
 JLB: Espero que esto no sea el comienzo de un alcoholismo crepuscular. 
 25 de noviembre de 1985 
Encuentra rara la expresión "valle de lágrimas". "Sería más lógico río de lágrimas, ¿no?". 
Cuenta que está esperando los resultados de unos exámenes médicos que no prometen nada bueno. 
 11 de enero de 1986 
JLB: Lo poético es misterioso. No depende tanto del sentido como de la cadencia y del sonido. 
Bioy: El sentido, aunque no se entienda del todo, debe acompañar, porque negativamente cuenta. 
En el curso de ese mes trabajó duro con dos secretarios ordenando facturas y manuscritos, visitó notarías, cambió su testamento, habló con los editores, quemó miles de versos y se casó en Asunción con María Kodama. 
El 29 viajó a Ginebra contraviniendo las indicaciones de su médico, que lo previno: "El frío de Europa no es bueno para usted". "Tanto da morir aquí o allá", respondió él. 
14 de febrero de 1986 
Ferrari está preocupado por la falta absoluta de noticias de Borges. 
12 de mayo de 1986 
Cuando íbamos a desayunar sonó el teléfono. Silvia atendió. Adiviné que hablaba con María Kodama. Le preguntó cuándo volvían pero María no contestó. Pasame a Adolfo, pidió. Pasé y hablamos sobre derechos de autor para no hablar de temas patéticos. Me dijo que Borges no estaba bien, que oía mal. "Hablale en voz alta". Apareció la voz de Borges y le pregunté cómo estaba. "Regular nomás", respondió. Quiero verte, le dije. "No voy a volver nunca más", contestó con una voz extraña y la conversación se cortó. Estaba llorando, dijo Silvia. Creo que sí. Creo que llamó para despedirse. 
 14 de junio de 1986
Un joven con cara de pájaro se me acercó en un quiosco de Ayacucho y Alvear y me dijo: 
"Falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra". Seguí mi camino sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. 
Que a pesar de verlo tan poco últimamente, yo no había perdido la costumbre de pensar: "Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez…".
Irse a morir a una ciudad lejana tal vez no sea tan inexplicable. 
Cuando me he sentido muy enfermo, me encierro: como si la enfermedad y la muerte fueran vergonzosas, algo que uno debe ocultar. 1989 Me consuelo pensando que Borges no murió solo. 
Estaba con María y dos amigos, Bernès y Bianciotti. Bernès me refirió que Borges sintió la muerte quince días antes: "Ha llegado. Está aquí". 
Le pregunté si la había descrito. "Sí, dijo que era algo externo, rígido y frío". Luego se repuso un poco y Bernès lo grabó cantando "La morocha" y otros tangos. 
En la grabación, Borges ríe con la risa de siempre. Hacia el final, Bernès le leyó el cuento Ulrica. Borges comentó: "Soy un escritor". Murió recitando el Padre Nuestro. 
Lo dijo en anglosajón, en inglés antiguo, en inglés, en francés y en español… "por si acaso", explicó con una sonrisa débil. Murió en una casa alquilada cerca de la Grande Rue. 
Estaba muy contento en esa casa y dijo que le hubiera gustado vivir allí cuando era joven y vivía cerca de la iglesia rusa. La casa no tiene número; la calle no tiene nombre pero tiene llave, que es también la de la casa. 
Adolfo Bioy Casares

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