Al parecer, sus intereses giraron siempre en torno a la cultura, ya que entre sus primeras ocupaciones laborales se encuentra la docencia y el puesto de bibliotecario.
Además, cuando tenía alrededor de veinte años de edad, participó activamente del movimiento poético asociado a la revista llamada Martín Fierro.
Su visita al viejo continente le abrió las puertas a relacionarse con influyentes artistas de diversos campos y lo inspiró profundamente a continuar creando.
Francia fue el país donde comenzó una novela que le tomaría casi veinte años de trabajo antes de publicarla.
En su amplio legado, que le mereció premios de la talla del Nacional de Poesía, encontramos los poemarios "Odas para el hombre y la mujer" y "Poema de la Física", las piezas teatrales "Las tres caras de Venus" y "La batalla de José Luna", y la novela "El banquete de Severo Arcángelo", entre otros tantos títulos de diversos géneros que produjo incesantemente.
De la selección de sus poemas que presentamos seguidamente, destaca
Canción
¡Has de hacer un gran ramo
con todas tus palabras, hilandera!
Con las grandes palabras que llovieron
más redondas que frutas en un día sin hiel;
con tus grandes palabras
caídas como soles hasta el silencio mío...
Has de hacer un gran ramo con tus voces,
y estarán las pequeñas,
las que fueron semillas aventadas por tu carinio de cien manos;
y estarán las que ardieron como sal en la llama de tu júbilo, amiga.
Con todas tus palabras
has de hacer un gran ramo
para el amor que ha muerto;
para el amor que ha muerto a mediodía,
junto a la fuente de los ocho cisnes...
Leopoldo Marechal
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