El recuerdo que menos quiero olvidar.
Y aunque físicamente no estás, sigues siendo mi persona favorita.
No importa cuántas mañanas me despierte sin tu voz,
hay un eco tuyo que me habla bajito en el alma.
Te pienso como quien acaricia una herida que no desea cerrar,
porque en el fondo,
sé que dolerte es la forma más pura
de seguir amándote.
Hay ausencias que no se van,
se mudan a la piel,
se esconden en los silencios del café,
y duermen bajo la almohada.
Fuiste mi historia favorita,
y ahora eres mi oración más constante,
la que no se reza con palabras,
sino con latidos.

Te convertiste en brújula invisible,
en abrazo de viento,
en lágrima que me enseña a ser fuerte sin perder la ternura.
Me enseñaste que no todo lo que se va, se pierde…
A veces, simplemente se transforma en luz para el camino.
Y aunque no puedo tocarte, te siento más que a muchos que aún respiran.
Estás en lo que miro, en lo que callo,
en lo que aún no he aprendido a decir
sin que me tiemble el alma.
No importa cuánto tiempo pase,
ni cuántos inviernos me abracen…
Tú sigues siendo la certeza
que no necesita pruebas.
Porque cuando alguien se ama así,
no se muere jamás…
Se queda. Se vuelve eternidad en quien lo ama. Y tú… tú eres mi eternidad.
— Fernando D’Sandi

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