Existen situaciones que nos marcan mucho más que las emociones que surgen por nuestras inseguridades. Reconocer que nos equivocamos siempre será el momento menos feliz, aunque de allí podemos aprender y modificar nuestra conducta, muchas veces la forma de algunas personas para exponer tus errores no es la mejor. La humillación puede ser letal, es la emoción que más nos daña y con los años se puede convertir en algo más que en un recuerdo de experiencia.
La exposición pública
La humillación es un sentimiento que se prolonga mucho más que la alegría. Esta se presenta cuando sentimos que nuestro valor disminuye frente a otras personas y es un estado muy común en la sociedad actual, pero también muy negativo y su impacto tiene consecuencias igual de profundas que problemas como el estrés o la ansiedad. Según un estudio, al comparar las reacciones de las personas frente a situaciones de estrés, ansiedad, ira o humillación, esta fue la más prolongada. Es por esto que podemos aceptar a la humillación como la emoción que más nos daña.
Los estados a los que fueron sometidas las personas bajo estudio sirvieron para escudriñar en el cerebro de las personas mientras experimentaban las situaciones. Por ejemplo, se les pedía que imaginaran una cita a ciegas donde la otra persona, apenas al verlo, se daba media vuelta sin decir nada. Las reacciones ante las situaciones de humillación alteran la actividad cerebral por un tiempo mucho mayor que las que producen situaciones de felicidad e incluso ira.
Algunos neurocientíficos piensan que la humillación activa las áreas cerebrales relacionadas con el dolor, por lo que podría ser más intensa que la felicidad y al mismo tiempo representa una gran carga cognitiva que necesitamos procesar, por lo que es mucho más duradera que la ira. De esta forma la humillación es la emoción que más nos daña.
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