martes, 22 de marzo de 2022

ALGUNA VEZ, DE PRONTO, ME DESPIERTO...

Alguna vez, de pronto, me despierto: 
Un dolor me recorre tenazmente, 
un dolor que está siempre, agazapado, 
por saltar, desde adentro. 
Entonces tengo miedo.
Entonces, me doy cuenta 
que estoy sola frente a mí, 
frente a Dios, frente a un espejo 
lleno de mis imágenes, de rostros polvorientos.
Estoy sola, pero siempre estoy sola:
Es lo único cierto. 
El amor era un huésped, 
la soledad es siempre el compañero
que permanece al lado, inconmovible. 
Lo único seguro, verdadero. 
Oigo mi corazón, vieja campana 
que dobla y que golpea, 
que rebota en las sienes y en la nuca
y en la boca y los dedos.
Es cierto, tengo miedo. 
Miedo de no poder gritar, de pronto, 
de que ya sea demasiado tarde para un ruego.
La costumbre ahoga las palabras 
y alarga el desencuentro. 
Ah, tantas cosas quedarán ocultas, 
perdidas, sin recuerdo,
tantas palabras que no fueron dichas, tantos gestos. 
Unos dirán: Yo sé, la he conocido,
fue una ardiente rebelde, se desolló las manos 
y la vida por defender los que creyó más débiles. 
Otros dirán: Yo sé, 
la he conocido, era dura, malévola, avara de ternura,
con la boca mostraba su desprecio. 
Alguien dirá: Y cómo sonreía... 
Qué importa lo que vendrá después del gran silencio. 
Claro que tengo miedo. 
Así, en la madrugada mientras algún dolor 
-un dolor, siempre- va hincando sus agujas en mi cuerpo, 
abro las manos en la sombra dulce 
para atrapar mi soledad, de nuevo, 
y me quedo a su lado, sin moverme,
 con los ojos abiertos la vida detenida. 
Toda mi sangre es un temor inmenso. 

 Julia Prilutzky Farny

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