El aire estaba lleno de copos de nieve que caían suavemente, cubriendo el suelo y las ramas de los árboles desnudos.
Los gnomos, con sus abrigos de lana y botas gruesas, parecían estar disfrutando de una tranquila tarde de invierno.
Uno de ellos sostenía una caña de pescar, esperando pacientemente a que algún pez curioso mordiera el anzuelo bajo el hielo.
Los otros dos observaban con atención: uno sostenía una pequeña rama decorada con bayas rojas, mientras el otro parecía estar contando una historia fascinante.
La historia que contaba el gnomo mayor hablaba de un antiguo hechizo que transformaba el estanque en un portal mágico cada solsticio de invierno.
Decía que, según la leyenda, los peces del estanque podían hablar durante esa noche especial y revelar secretos del bosque a quienes mostraran bondad y respeto.
Intrigados por la leyenda, los tres gnomos decidieron esperar hasta el anochecer para ver si el hechizo era real. Al caer la noche, el estanque comenzó a brillar con una luz suave y mágica.
Para su asombro, un pez dorado emergió del agua y les habló con una voz melodiosa.
El pez dorado agradeció a los gnomos por su paciencia y bondad, y les contó sobre un tesoro escondido en el corazón del bosque.
Les dijo que el tesoro no era oro ni joyas, sino una fuente mágica que otorgaba sabiduría infinita a quienes bebieran de ella. Los gnomos, emocionados, prometieron proteger el secreto del pez y usar la sabiduría para cuidar mejor el bosque y a sus habitantes.
Desde ese día, cada solsticio de invierno, los gnomos regresaban al estanque para conversar con el pez dorado y aprender los secretos del bosque.
Con el tiempo, se convirtieron en los guardianes del conocimiento y la armonía, asegurando que el bosque siguiera siendo un lugar de paz y magia.
Espero que hayas disfrutado de este cuento, aunque por aquí hace mucho calor.
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