fui la alegría y la inquietud
de aquel hogar tan pueblerino,
crecí junto al cañaveral,
calmé mi sed en un manantial,
le di mi canto a los caminos.
Viví entre el defecto y la virtud,
desasociegos y quietud,
viví tristezas y alegrías,
si alguna vez me equivoqué,
no me arrepiento porque hoy sé
que esa es la escuela de la vida.

Pasé de la inocencia al rigor,
de la niñez sin transición a ser un hombre,
tal vez un día encuentre al niño aquél,
llevando a cuestas su vejez quién sabe a dónde.
Amé las cosas simples de verdad,
fui aprendiendo a valorar cada detalle de la vida,
no me arrepiento de mi ayer,
lo que sufrí ya lo olvidé,
soy el autor de mi alegría.
Palito Ortega

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