La Sagrada familia es el modelo de virtudes de todas las familias.
La Sagrada Familia de Jesús, María y José.
El domingo que sigue a la Navidad la liturgia católica celebra la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Para llegar a la cual sigamos a los pastores de Belén que, cuando recibieron el anuncio del ángel, de prisa se pusieron en camino y encontraron “a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre.” (Lc 2, 16)
LA FAMILIA HUMANA, íCONO DE LA TRINIDAD
Los pastores no sólo encontraron al Niño Jesús; sino también a una pequeña familia: la madre, el padre y el hijo recién nacido. Es conveniente meditar en el hecho de que Dios al revelarse- quiso hacerlo naciendo en una familia humana. Es verdad que entre Dios, que es Trinidad y comunión de amor, y la familia humana hay una enorme diferencia. La que se da entre el Misterio de Dios y la humilde condición de la criatura humana. El hombre y la mujer creados a imagen de Dios, en el matrimonio son “una sola carne.” (Gn 2, 24) Lo que expresa que son una comunión de amor, de la que procede el fruto de una nueva vida. Por eso Benedicto XVI decía que, “en cierto sentido la familia humana es ícono de la Trinidad” (*) por el amor entre las tres divinas Personas y por la fecundidad del amor.
LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET
San Lucas, cuyo evangelio está impregnado por una teología de los pobres y de la pobreza, hace notar que la familia de Jesús se contaba entre los pobres de Israel. Y que entre ellos se cumplió la Promesa.
La santidad le otorga un carácter único e irrepetible a esta familia en la que el Hijo de Dios vino al mundo. Al mismo tiempo se puede decir de la familia humana, de su naturaleza, alegrías, vicisitudes, obligaciones, lo que decimos de la Sagrada Familia de Nazaret. Y si nos detenemos a reflexionar encontraremos semejanzas con situaciones que conocemos de la vida de la familia humana.
Piénsese para el caso que cuando Jesús nació no tuvo casa. Que más adelante la Sagrada Familia emprendió el camino del exilio. Y que, pasado el peligro, siguió siendo una familia pobre. Cuando se lee el evangelio de San Lucas y de San Mateo se pueden advertir las dificultades sufridas por José y María antes del Nacimiento de Jesús.
De modo tal que la solemnidad de la Navidad del Señor y la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, revelan en toda su profundidad y esplendor el misterio de la Encarnación del Verbo, que nos muestra una nueva “lógica”. La de un auténtico humanismo. No es mi propósito confrontar con nadie. Aunque sí mostrar aspectos de encuentro, que ayudan para aproximarnos a la verdad sobre el hombre, a través de la reflexión sobre el Misterio de Cristo.
La noche del Nacimiento del Hijo, la Madre no encontró un lugar acogedor para dar a luz. Con esta “lógica” de la fe quiero asociarme a la “lógica” de un consecuente humanismo al que antes aludía. Y referirla al hecho del alumbramiento de un hijo.
UNA NUEVA VIDA
El tema toca la sensibilidad de toda persona. Moviliza y despierta actitudes afectivas diversas. E incluso, se reconozca o no, hoy está ideologizado y encuadrado en el espacio de las conveniencias políticas.
Desde la configuración corporal femenina como el lugar del encuentro y desarrollo del nuevo huésped, la vida concebida puede ser vista como de la exclusiva competencia de la mujer. No obstante, no se puede ignorar la existencia de un vínculo fundante que da cuenta de la presencia de una nueva vida. La que cuando se desarrolle- necesitará del afecto, cuidado y protección de quienes lo reciban cuando nazca. Lo que indica que necesitará de una familia. Esto supone padre y madre. Lo que se llama paternidad responsable, y eso desde el inicio de esa vida.
La fe católica reconoce a María como Virgen y Madre de su Hijo. Se funda en el dogma de la concepción virginal del Hijo de Dios. La que deja silenciada la figura de José. Sin embargo es necesario reflexionar sobre la real posibilidad de esa sagrada concepción, a partir de la aceptación por parte de José del Misterio que se hacía realidad en el vientre de María. “El Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo”. (Mt 1, 20) Habiendo despertado, él hizo como el Ángel le había mandado. La cuidó, la acompañó y encontró el lugar donde nació Jesús.
Es de esperar que el amor, la fidelidad y dedicación de María y José sean ejemplo para los padres, que no son dueños sino custodios del don de la vida de sus hijos.
Por María Teresa Rearte
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