martes, 8 de diciembre de 2020

El pesebre




El pesebre nos muestra el comienzo de la vida de nuestro Señor en el mundo.


 

Al pesebre lo inventó San Francisco de Asís, el santo de la humildad y de la pobreza, en la Navidad de 1223, hace muchos años ya, en el pueblecito de Greccio, en Italia. Francisco estaba débil y enfermo, y pensando que tal vez aquella sería su última Navidad en la tierra, quiso celebrarla de una manera distinta y muy especial.

Un amigo de Francisco, el señor Juan Velita, era dueño de un pequeño bosque en las montañas de Greccio, y en el bosque había una gruta que a Francisco se le parecía mucho a la cuevita donde nació Jesús, en los campos de Belén, y que él había conocido hacía poco en su viaje a Tierra Santa.

Francisco habló con su amigo, le contó su idea de hacer allí un “pesebre vivo”, y juntos lo prepararon todo, en secreto, para que fuera una sorpresa para los habitantes del pueblo, niños y grandes.

Entre la gente del pueblo, Francisco y Juan escogieron algunas personas para que representaran a María, a José, y a los pastores; les hicieron prometer que no dirían nada a nadie antes de la Navidad, y, siguiendo el relato del Evangelio de San Lucas, prepararon la escena del nacimiento. ¡Hasta consiguieron un hermoso bebé para que representara a Jesús!

La noche de Navidad, cuando todas las familias estaban reunidas en sus casas, las campanas de la iglesia empezaron a tocar solas… ¡Tocaban y tocaban como si hubiera una celebración especial!… Pero nadie sabía qué estaba pasando… El Párroco del pueblo no había dicho que fuera a celebrar la Misa del Gallo… la Misa de Medianoche….





Sorprendidos y asustados a la vez, todos los habitantes de Greccio salieron de sus casas para ver qué estaba sucediendo… Entonces vieron a Francisco que desde la montaña los llamaba, y les indicaba que subieran donde él estaba.

Alumbrándose con antorchas, porque la noche estaba muy oscura y hacía mucho frío, todos se dirigieron al lugar indicado, y cuando llegaron quedaron tan admirados, que cayeron de rodillas, porque estaban viendo algo que nunca habían pensado poder ver. Era como si el tiempo hubiera retrocedido muchos, muchos años, y se encontraran en Belén, celebrando la primera Navidad de la historia: María tenía a Jesús en sus brazos, y José, muy entusiasmado, conversaba con un grupo de pastores y pastoras, que no se cansaban de admirar al niño que había acabado de nacer…

Después, cuando todos se calmaron, el sacerdote, que había sido cómplice de Francisco y de Juan Velita en aquel secreto, celebró la Santa Misa, y Jesús se hizo presente en el Pan y el Vino consagrados, como pasa siempre que se celebra una Misa en cualquier lugar del mundo.

Terminada la Eucaristía, Francisco, lleno de amor y de alegría, les contó a todos los presentes, con lujo de detalles, la hermosa historia de la Navidad, y Jesús, “luz del mundo”, llenó sus corazones de paz y de amor.

Tres años más tarde, Francisco de Asís murió, dejándonos esta hermosa costumbre de hacer el pesebre todos los años, que a todos nos gusta tanto.



El pesebre nos muestra el comienzo de la vida de nuestro Señor en el mundo, mas bien fuera del mundo, rechazado desde que llegó, y Su historia comienza fuera del mesón, Lucas 2:7, lo cual era un símbolo de lo que sería también Su muerte en la Cruz, fuera del otro mesón, del espiritual, fuera del templo de Jerusalén. Pero hay otro mesón donde Cristo está a la puerta y llama para entrar en él, si se Le abre, claro, el mesón de nuestro corazón.

El mundo no recibió al Señor, pero Él nos invita a Su casa, a la del Rey, la casa de Dios nuestro Padre. Cristo es consecuente con su propia enseñanza desde que viene al mundo y pone la otra mejilla, la del recibimiento y la acogida, siendo hospedador, pero a la manera de un Rey, el Rey de reyes, quien nos trata como a reyes: …voy, pues, a preparar lugar para vosotros… …en la casa de mi Padre muchas moradas hay… Evangelio de Juan 14.

El pesebre tiene dos significados comúnmente usados, se refiere tanto al lugar o especie de establo como a un recipiente hecho de piedra en el que se pone la comida del rebaño. Jesús se denomina a Si mismo nuestro Pan del cielo, ese Pan nuestro de cada día que en la famosa oración pedimos nos sea dado hoy, es decir el Alimento de Su rebaño, la Iglesia, sí, Él mismo como lo dice Su Palabra, es el Pan vivo, la Palabra viva de la que nos alimentamos cada día “Yo soy el pan de vida”. Por lo tanto hay que acostumbrase a ir al pesebre cada día a comer de Cristo, a comer de la Biblia, para que nuestro espíritu no muera de hambre. Esta es la comida que habremos de compartir cada día con nuestro prójimo. Porque el Maestro ya nos enseñó que hay otra comida que hemos que comer, cuando estaba con la Samaritana y los discípulos le trajeron de comer; se refería a hacer la voluntad del Padre. La voluntad de Dios y esa voluntad está en Su Palabra, Su Hijo Jesucristo.

Desde que Cristo nace en el pesebre de nuestra alma, Dios no encuentra un trono de oro sino un lugar no digno de Él, donde reina el yo, pero donde precisamente por invitarle cada uno de nosotros en una oración personal e íntima, entra para hacer una nueva creación, sí, en nuestra propia alma, pues nunca más volvemos a ser lo que éramos antes de nacer de nuevo, y qué felicidad y paz celestial trae Él a nuestras vidas.

Que valiente y humilde ha sido nuestro Dios, que gran ejemplo de compañerismo, de amor piadoso y amigable, entrañable, majestuoso y omnisciente Su forma de amarnos, viniendo a este mundo, a un mundo enemigo de Él, que le había arrebatado a Su esposa, la que el Padre le dio, y por la que Él decidió dar Su vida. Que gran noticia para cada uno de nosotros, y para todos en unidad, que Él haya venido a este pesebre de nuestras almas.

A continuación trataré cada una de las figuras del pesebre, en su significado espiritual en el que veremos como Dios nos muestra la profundidad de Su obra de salvación, en el principio, cuando vino a rescatarnos de este mundo.

El pesebre lo armamos en casa para que sirva cada Navidad para acercar al mundo el inicio de la Historia de las historias, la del nacimiento del Rey del Universo, nuestro amado Señor y Salvador Yahshua, más conocido como Jesús de Nazaret, nacido en Belén, conforme a la profecía, nacido en el pesebre.



Vamos a Belén, esta vez sólo de paso, para inscribirnos en el censo del cielo porque Cristo ha nacido en nuestra alma, luego volvemos a Nazaret, nuestra vida, pasando antes por Egipto, el desierto. Terminamos en Jerusalén para morir a nuestro hombre viejo en la cruz con Cristo, nuestro Señor y Salvador, para resucitar con Él.

La virgen María simboliza toda alma en la que nace Cristo por ser engendrado del Espíritu. Ella, cualquiera de nosotros, no se considera digna, y sin embargo bienaventurada. No tiene este engendramiento procedencia de José, quien representa nuestra carne, porque Cristo nace en nosotros por la fe que nos da el Espíritu Santo, y no por nuestras obras de la carne, nuestra moral, o nuestros esfuerzos de justicia.

José, nuestra carne, no usa normalmente la mente para las cosas de Dios, sino para racionalizar y explicar científicamente como funcionan las cosas. Por eso quiso dejar a María secretamente, ya que, como diríamos hoy: ¿En que cabeza cabe la mente de Cristo? Es necesario nacer de nuevo para asimilar que uno tiene que negarse a si mismo.

No temas recibir a Cristo en tu alma, porque el es EMANUEL, Dios con nosotros. Así está profetizado que el Cristo nacería de una virgen. Isaías 7:14.

En el pesebre que se representa cada navidad se encuentran además los animales, de los que destacan dos, la burra y el buey. Jesús entró triunfalmente en Jerusalén cabalgando a lomos de un pollino hijo de asna.

Estos dos animales, de la misma manera que acompañaban a Cristo en el pesebre, nos acompañan a nosotros desde nuestro nacimiento; en el día de reposo, descansará tu buey, animal que tira del arado, representando este nuestra misión en el mundo y en Cristo, nuestra obra, y descansará tu asno, animal de carga, representando la carga espiritual y la responsabilidad en la vida, porque ya no llevarás tu carga, sino que voluntariamente llevarás tu cruz; ambas cargas. Siempre que hayamos hecho como recomienda el Señor: …Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, 30porque mi yugo es fácil y ligera mi carga. Mateo 11:29. De manera que al llevar nuestra cruz, y nuestro yugo con Cristo está siendo de beneficio a aquellos por los que se lleva la carga. Vea el estudio SACERDOTE.

La visita de los pastores, y las ovejas, son los hermanos que pastorean el rebaño del Señor que hemos de visitar una nueva alma en la que ha nacido Cristo, para adorar al Señor en un nuevo pesebre, donde vemos la obra que Él ha hecho en una persona dándole el don de la fe que hace que nazca de nuevo, el mayor de los milagros, que tantas veces pasa desapercibido. Los pastores deben mirar a una nueva alma como un tesoro, como a un hijo de Dios que ha nacido y que hay que cuidar hasta que crezca espiritualmente haciendo uso de todo aquello que Dios les haya dado para que la Iglesia, el rebaño de las ovejas que somos todos incluyendo a líderes, pastores y maestros de las Escrituras, seamos enriquecidos con la coyuntura de una nueva alma de Dios.

La visita de los reyes magos o sabios, como no podía ser de otro modo simboliza el reconocimiento de los líderes del mundo de que en nosotros hay una sabiduría, un amor, y una mente superior, la cual es de Dios. El conocimiento de Dios es superior a toda ciencia humana y sorprende a aquellos que con sinceridad buscan el conocimiento y la sabiduría, los cuales traen, al Señor en nosotros, oro, incienso y mirra: el metal precioso simboliza el nivel de rey (…un reino de reyes y sacerdotes para Dios, Su Padre…), el incienso simboliza la unción que han visto en nosotros y con la que nos unimos a Dios, y la amargura de la mirra en la persecución de este mundo al llevar la cruz del mensaje de Cristo, ante una sociedad opuesta y enemiga de Dios.

La estrella que guía a los sabios simboliza que Dios es Dios del Universo, que Él está por encima de la creación, pues es Suya. Que Dios se vale de toda ciencia para mostrar Su supremacía a los que la observan, y por esta dirige al mundo a los pies de Su Hijo Jesucristo, Quien está en nosotros.

Por: P. Pinto | Fuente: fatherpinto.com

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