viernes, 17 de agosto de 2018

18de Agosto: Nacimiento de Olga Cossettini

La escuela de Olga Cossettini
Pasaron más de ochenta años, y la experiencia ideada por Olga Cosettini en la Escuela Carrasco de la ciudad de Rosario, mantiene su vigencia como un referente desde donde pensar la educación en su sentido más amplio. Basado en la experiencia y en las premisas de la Escuela Nueva, en 1935 logró dar forma a uno de los proyectos pedagógicos más emblemáticos de la Argentina de la primera mitad del Siglo XX.

«Nuestra escuela está ubicada en el límite de la ciudad y el campo. El ruido que nos envía la ciudad por su camino central, brazo de unión con el norte santafesino, ruido incesante de motores en marcha, nos llega amortiguado, como nos llega amortecido el paso de las dragas y lanchones que surcan el río vecino. (...) los niños que bajan de los ranchos, de las casitas obreras y de las viviendas mejores, pueblan la escuela de bullicio hasta el sol de la tarde. Su ritmo es de juego y trabajo», escribió Olga Cossettini en El niño y su expresión, el libro que publicó en 1938.
Quien fuera directora desde 1935 de la Escuela N.° 69 Doctor Gabriel Carrasco, en el barrio Alberdi de Rosario, dejó su huella en aquel colegio de los suburbios, en medio de las casas bajas, muy cerca del río Paraná. Allí, Olga Cossettini forjó una de las experiencias pedagógicas más interesantes de la primera mitad del siglo XX en la Argentina.

Olga Cossettini.
Manteniendo la jornada simple, por los alumnos que trabajaban como repartidores de pan, canillitas o lecheros, y sin dar la espalda a los programas oficiales de enseñanza —el Ministerio de Educación de Santa Fe estaba a cargo de Juan Mantovani—, Cossettini logró dar forma a una transformación sin precedentes en su escuela. «No se trataba de cambios de horarios y de programas; era una reforma profunda de la vida de la escuela que, con espíritu nuevo, iba a abrir de par en, par las puertas de las aulas a la vida», escribió Olga, en «Sobre un ensayo en Escuela Serena en la provincia de Santa Fe», de 1935, citado en «Recorriendo el pasado...», material publicado por el Instituto Rosario de Investigaciones en Ciencias de la Educación, de la Universidad Nacional de Rosario, IRICE-Conicet (UNR). Su idea, básicamente, era que los chicos podían ser educados más allá del enciclopedismo clásico de la escuela tradicional y que, en su lugar, era preciso potenciar la libertad, la creatividad y la responsabilidad de niños y niñas. Muchas de sus ideas y reflexiones pueden leerse en su libro La escuela viva (Editorial Losada, 1945).
Una familia de maestros
Hija de inmigrantes italianos —tanto su padre como su madre fueron maestros de distintas escuelas del sur de la provincia de Santa Fe, además de comerciantes—, Olga nació el 18 de agosto de 1898 en San Jorge. Entre sus hermanos, fue Leticia su compañera de proyectos y experiencias educativas. Cursó la primaria en la Escuela Fiscal de Rafaela y se recibió de maestra en la Escuela Normal de Coronda. Ya recibida, comenzó a ejercer la docencia en una escuela de Sunchales y, en 1930, asumió como regente del Normal Domingo de Oro, de Rafaela. Allí comenzó a llevar a la práctica su convicción de que los mismos chicos y chicas podrían disponer de su disciplina y trabajar a partir de la experiencia, junto con los docentes y la familia, en la búsqueda de una escuela activa. En esa etapa también descubrió que el proceso de enseñanza y aprendizaje se podría dar con libertad y alegría, no en medio de formatos cerrados ni rigurosos.

En 1935, apareció un puesto vacante, en el norte de Rosario, y Olga fue nombrada directora: tenía 37 años. Un grupo de más de treinta personas, a quienes no conocía de antemano, fueron su equipo durante esos años. El trabajo de transformación sobre toda aquella (nueva) práctica pedagógica no fue tarea fácil en esos primeros años: su hermana Leticia fue fundamental, en ese sentido, para dar un vuelco a las clases tradicionales y llevar a los chicos a la calle, a la experiencia, al entusiasmo y al arte. El Coro de Niños Pájaros, el Teatro de Niños y de Títeres, la danza, la poesía o la música fueron las diferentes disciplinas y proyectos que Leticia sumó a la escuela de su hermana para darle un cambio a la experiencia del aprendizaje.

Después de una larga carrera dedicada a la educación, entre los ámbitos nacionales e internacionales, las hermanas Olga y Leticia fueron nombradas Ciudadanas Ilustres de Rosario, en 1985. Olga murió a los 98 años, en 1997, en la misma casa de Alberdi que habitó junto a su hermana: su casa se convirtió en un centro cultural y un pequeño museo.

Miradas sobre Olga
Alta, delgada, lúcida, «tenía un gran encanto, de simpatía, de gracia, de inteligencia —dijo, sobre ella, su hermana Leticia— que la gente sentía de manera profunda. Era vital en todo, en las amistades, en los juegos, la comunicación, el deporte. Fue la expresión más generosa y clara del talento de nuestra familia».
Pensadores y artistas emblemáticos de la época, como Javier Villafañe, Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, Nicolás Guillén, visitaron la Carrasco. Julio Cortázar, por su parte, cuando aún daba clases en la Escuela Normal de Chivilicoy, en la provincia de Buenos Aires, le escribió como un gran admirador de su obra:

«He leído El Niño y su expresión, y sentí de inmediato la necesidad de escribirle, para que supiera usted de mi admirado reconocimiento ante la obra que se lleva a cabo en la Escuela de su dirección. Obra que —y es triste tener que afirmarlo en esta tierra joven donde todo parece viejo— se alza como un excepción, como un ejemplo solitario que ignoro si será escuchado. (…). Por eso, no vea usted en esta carta un elogio circunstancial; créame íntimamente ligado a todos los que, con usted a la manera de guía, intentan un escuela que no mutile a los niños y que ayude a su creación purísima», le escribió Cortázar a Olga en esa carta de 1940 (se la puede descargar completa del Archivo Pedagógico Cossettini de la UNR).

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