
Ese día, las discusiones en el interior del edificio se extendieron durante 15 horas. Los criollos exigieron la renuncia del virrey porque consideraban que el poder había pasado a ser del pueblo. Este grupo estaba representado, principalmente, por Juan José Castelli y Juan José Paso. Por el otro lado estaban los defensores del statu quo, quienes insistían en que los americanos debían obediencia a los españoles. Votaron y el conteo se realizó al día siguiente.
En concreto, decidirían en aquella jornada qué decisiones se tomarían con respecto la situación en España. Hasta ese momento, siguió la especialista, el que quería tomar decisiones era el virrey. Lo que argumentaron los revolucionarios fue que eso no era competencia del virrey, se cuestionó su legalidad y legitimidad porque Cisneros no había sido elegido por el rey, sino por la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, que era la que estaba resistiendo la invasión napoleónica. Los revolucionarios encontraron ahí una "brecha legal".

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