De los 450 invitados a participar del Cabildo Abierto, solo concurrieron 251. En la plaza, French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La discusión fue álgida y empezaron los debates –que duraron unas cuatro horas– sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. El primero en hacer uso de la palabra fue el Obispo Lué quien dijo que, mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Juan José Castelli le contestó que habiendo caducado el poder Real, la soberanía debía volver al pueblo, que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota, advirtió que para poder tomar cualquier determinación había que consultar al resto del virreinato, confiando en que el interior del país sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso respondió que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno.
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La mayoría apoyaba la destitución del virrey, pero no había acuerdo sobre quién debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno, mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, proponía que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo.
El debate del 22 fue muy acalorado y pasional, con ingredientes que fueron desde ideas conservadoras hasta revolucionarias, aderezadas con insultos, chiflidos, burlas y hasta escupitajos.
Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno, mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.
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