Se propuso la creación de una Junta provisional, con Cisneros a la cabeza. Como vocales, entraban Saavedra, Castelli, Solá e Incháurregui (estos últimos, españoles).
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El cabildo crea la Junta a la espera de los diputados del virreinato que estaban en camino. En la conformación inicial de la Junta, a Cisneros se le asigna el cargo de presidente y comandante de armas, pese a la negativa obtenida durante la votación. Los demás integrantes justificaron la presencia de Cisneros porque consideraban que serviría para contener las amenazas de revolución. Sin embargo, cuando se conoció la noticia una multitud llegó a la plaza para protestar. Finalmente se hizo una nueva conformación con candidatos propios y se le pidió la renuncia a Cisneros.
Muchos, como Manuel Belgrano, fueron perdiendo la paciencia.Cuenta Tomás Guido en sus memorias: “La situación cada vez presentaba un aspecto más siniestro. El Sr. D. Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, púsose de pie y con el rostro encendido por el fuego de su sangre generosa, poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: ‘¡Juro a la patria, y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese sido derrocado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas!’”.
Bartolomé Mitre agrega a los recuerdos de Guido que el joven Nicolás de Vedia dijo, dirigiéndose a Belgrano, “eso corre por nuestra cuenta”.
Por la noche una delegación encabezada por Juan José Castelli y Cornelio Saavedra se presentó en el Fuerte para entregarle sus renuncias a la junta, que sólo existía en la cabeza del virrey y comunicarle el grave estado de conmoción que se vivía en las calles y en los cuarteles. Cisneros, que se sabía perdido, firmó la renuncia, la junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
Eran las doce de la noche del 24 de mayo de 1810 cuando Leiva, el peón de Cisneros en el Cabildo, el principal operador de la contrarrevolución, fue despertado por una delegación que exigía verlo para entregarle la renuncia que acababan de obtener deCisneros y el petitorio dirigido al Cabildo.
Leiva se quiso hacer el guapo y se negó a aceptar los papeles. Pero cuando con su candil pudo alumbrar las caras de sus visitantes, se calmó y prometió convocar al Cabildo para el día que comenzaba y que se trataría el petitorio.
Las acciones de agitación se prolongaron hasta la madrugada eincluyeron la recorrida de French, Beruti, Melián, Martínez y Chiclana por los suburbios, convocando a la gente a la plaza para la mañana del 25. Las consignas eran Mueras al virrey y a los traidores regidores del Cabildo.
El 24 a la noche el virrey Cisneros, que se sabía perdido, firmó la renuncia, la junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
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